domingo, 26 de enero de 2020

Domingo de recuerdos e incógnitas

Recuerdo que anoche estaba viendo la ceremonia de entrega de los Goya, recuerdo que fue larga y que era tarde, recuerdo que alguien, no recuerdo quién ni por qué, mencionó a Gloria Fuertes y recuerdo que me recordó a un poema que escribí hace tiempo. Recuerdo que me levanté y busqué el libro, recuerdo que lo leí y recuerdo que me gustó releerlo, recuerdo que sonreí. Recuerdo que dejé el libro sobre la mesa. No recuerdo qué mecanismo se puso en marcha entonces en mi cerebro, pero sé que esta mañana sabía que tenía que compartirlo aquí. Lo que no sé es por qué. Yo no necesito saberlo. No sé si vosotros, sí. Quiero suponer que tampoco. 


YO, DE MAYOR, QUIERO SER DOÑA PITO PITURRA[1]


Doña Pito Piturra tiene unos guantes.
Son como los míos.
Los que me pongo para pelar cebollas
sin que me hagan llorar,
para pasar las hojas de los libros azules
que leo por las noches a los gatos de las azoteas,
para espantar las moscas
de los ojos y de los labios secos del niño «ajo»,
esas que solo pican a los muertos.
Para coser los agujeros
que dejan los cañonazos de la intolerancia.
Doña Pito Piturra tiene un sombrero.
Es como el mío.
El que me pongo
para olvidar las heridas de la memoria
y protegerme de los gritos de la luna cuando se enfada.
El sombrero de pensar en extraterrestres inteligentes
que nos sepan explicar cómo funciona nuestro planeta.
Doña Pito Piturra tiene un zapato.
Es como el mío.
El que me pongo
para huir de la realidad,
para dibujar laberintos en la arena
y dejarme llevar por un tornado
hasta el reino de Oz.
Quiero comer helados de pistacho.
Quiero leer historias de todos los sabores.
Quiero andar raro como una sirena
y aparecer en tu libro con cuerpo de verso.
Quiero abrazos de jengibre
Y un «berso» de buenas noches.
No, no estoy chiflada.
Doña Pito, Piturra tiene unos guantes.
Ah, perdón, eso… eso ya lo he dicho antes.






[1] En el texto aparecen referencias a Doña Pito Piturra y otros poemas infantiles de Gloria Fuertes.