––Puedes ir en paz, yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo.
Aquella noche cuando el Padre Julián salía de la parroquia, un coche aparcado
en doble fila le impedía sacar su coche de la plaza de aparcamiento que tenía
reservada enfrente de la iglesia. Hizo sonar el claxon varias veces, pero su
paciencia se agotó pronto; bajó del vehículo y sacando del maletero la llave de
cruceta le destrozó el parabrisas.
Otro día más. Tras el rutinario acto de contrición y absolución, el Padre
Julián se dirigió a la sacristía donde su acólito organizaba los utensilios
para la misa del día siguiente:
––¿Qué haces maldito inútil? ¿Es que no puedo dejarte solo ni un momento?
¿Qué pecado habré cometido yo para tener que cargar contigo? –le gritó
despectivamente.
––Voy a salir, tengo cosas que hacer––le espetó sin más explicaciones.
Pero no se fue sin antes guardarse en el bolsillo de la sotana la
recaudación del cepillo.
Un pobre anciano sentado en las escaleras de la parroquia pedía una limosna
para poder comer, sin ni siquiera mirarle cogió su coche y se dirigió a un céntrico
restaurante donde ya le conocían por sus habituales visitas y sus exageradas
comilonas.
Con el estómago lleno y unas copas de vino de más necesitaba satisfacer
otros deseos. Una nueva sumisa le esperaba.
Era ya tarde cuando en el camino de vuelta a la iglesia sus pensamientos se
dirigieron hacia el nuevo sacerdote de la parroquia vecina.
No me gusta ese cura, demasiado joven, demasiado atractivo, todas las
feligresas prefieren acudir a su iglesia, ese niñato sin experiencia me está
robando la clientela, no tiene ni la mitad de fe de la que tengo yo, pero todas
le escogen a él para confesarle sus pensamientos impuros y sus devaneos.
Se acostó agotado y se durmió enseguida.
Cuando los primeros rayos del sol se colaron por su ventana con la sana
intención de despertarle pensó: ¡Dios
mío, qué pereza! Ojalá pudiera pasarme todo el día en la cama.
Parece que el Señor escuchó sus plegarias.
Horas después un sonriente acólito colgaba en la puerta de la parroquia un
sobrio cartel de:
La lujuria era lo más disculpable. De hecho, las mayorías de las religiones no incluyen el celibato. Y tal vez sean disculpables su comilonas.
ResponderEliminarPero lo demás, la ira, la soberbia, la avaricia, la envidia, no tienen relación con lo que predica. Y que manifiesta de forma tan desagradable.
Cuando su pereza es irónicamente retribuida con el sueño eterno, inspira una sonrisa en su acólito.
Me gusta la ironía y lo desmitificador de tu relato.
Una vez más, un relato digno de ser publicado.
No hay ámbito ni alma que esté a salvo de caer en la tetación, pero hay algunos que no se privan ni avergüenzan de ninguna bajeza!
ResponderEliminarMuy bueno tu relato
=)
El señor cura era un dechado de perfección, ¡qué pájaro!
ResponderEliminarEl señor cura era un dechado de perfección, ¡qué pájaro!
ResponderEliminarBuenos días, Teresa:
ResponderEliminarSeñor relato de un pecador señorial el que nos regalas. Gracias.
Te felicito por la maña con la que has embellecido los siete abusos deleznables de tamaña alimaña, a la que todos tus lectores conocemos en diferentes cuerpos y con diversas voces.
Y es que los pecados de los que nos acusan los hipócritas, son en realidad una proyección de las acciones indecentes que ellos realizan.
Pocos adjetivos son más laudatorios que el que te tache de ser “pecador” un ciudadano de reputación intachable y conducta deplorable.
Feliz viernes, Teresa.
Jope, vaya con el cura... tuvo un castigo divino quizás?... menuda pieza... y de quien menos se esperan ver pecados... por eso me ha gustado tanto tu relato Teresa, a parte de que la historia es genial, el final es la leche... me gustan los finales inesperados... yo pensé que dormiría y ya... pero le dieron el descanso eterno...
ResponderEliminarBesinos... muchos...
Hola Tere, buenas noches,
ResponderEliminarmira, hoy te diré algo que nonca te he dicho... "me encantó" =)
prestame un poquito de inspiración que estoy vacío =(
te deseo un maravilloso fin de semana
un beso grande
Hola Tere Oteo. Deleznante relato. Cuesta creer que un cura sea capaz de cometer en un solo dia los siete pecados capitales. Aunque reconozco que hay sacerdotes mas malos que la tiña. Has descrito muy bién al personaje y su circunstancia. Una historia genial. Espero que sea solo fruto de tu creativa imaginación. un abrazo.
ResponderEliminarLa sorpresa final que no falte amiga! Muy bien reflejados todos los pecados y como él mismo puede darse la absolución pues ¡hala! a pecar a diestro y siniestro.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar.
Un beso
Genial! Un final que me ha alegrado, es que merecía eso y más! Una persona desagradable, escondida bajo la sotana, lugar ideal para jugar una vida doble. Y haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago!!!
ResponderEliminarMe encantó leerte, amiga. Siempre me sorprendes!
Beso gigante!!!
Inesperado final :)
ResponderEliminarCierto, son como las demás personas, e incluso a veces, recopilan más pecados juntos, porque no se puede reprimir a las personas.
Muy bueno.
Montón de besos
Muy buen relato con final inesperado que recorre todos los pecados del personaje.
ResponderEliminarUn saludo
vengo del funeral del Sr cura Descanse en paz
ResponderEliminarEs que ya lo dice el dicho: "Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago" ...muy buen relato, realmente me gustó mucho.
ResponderEliminarUn beso.
Un catálogo de imperfecciones el que adornaba a tu protagonista. No es lo mismo predicar que dar trigo. Lo más lamentable es que personajes como el que has descrito, abundan.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Y fue al infierno de cabeza.
ResponderEliminarBuen relato, amiga güevera. Besos.
ResponderEliminarMuy buen relato, Tere. Quienes profesan la religión practican los mismos pecados de los feligreses. Al fin y al cabo también son humanos. El final es genial, a descansar para siempre lo enviaste a ese otro pecador.
Besos
ResponderEliminarMuy buen relato, Tere. Quienes profesan la religión practican los mismos pecados de los feligreses. Al fin y al cabo también son humanos. El final es genial, a descansar para siempre lo enviaste a ese otro pecador.
Besos
Magnífico. De tu relato tan bueno, nos llegan imágenes que están flotando por nuestra sociedad, casi como dogmas aceptados...
ResponderEliminarBesos y abrazos
Magnífico. De tu relato tan bueno, nos llegan imágenes que están flotando por nuestra sociedad, casi como dogmas aceptados...
ResponderEliminarBesos y abrazos