Creo que no llegué a publicarlo en el blog, así que es inédito en mis Puntos...
Aprovecho para felicitar a todas las mamás y a la mía en especial: "Mami te quiero mucho, gracias por todo y más y no te preocupes que las ilusión la iremos creando día a día".
Os dejo ya con el texto y espero que os guste.
SEGUNDAS OPORTUNIDADES
La vida no me dejó
tiempo para decirte todo lo que sentía. Debí hacerlo mucho antes, tal vez la
culpa fue mía por pensar que siempre te tendría a mi lado, que tu hombro sobre el que llorar y tus
palabras, las únicas que me reconfortaban cuando sentía que todo se
desmoronaba, no me iban a faltar nunca.
Hoy sé que no, que
aunque estás conmigo ya no puedo abrazarte, que no puedo escuchar tu voz,
aunque sigo llamándote cada noche sin querer asumir que te has ido para siempre.
Ahora comprendo también que la vida no da segundas oportunidades… quizá la
muerte sí.
Tuve que ser madre para
comprender todo lo que significa esa palabra tan simple, tan usada, tan bonita,
tan llena, tan amor, tan todo. Solo entonces supe lo que es querer sin egoísmo
ni esperar nada a
cambio, que se te desgarraba el alma al vernos sufrir, que disfrutabas con
nuestros logros y nuestras alegrías más que con las tuyas propias, que
sangrabas por nuestras heridas, que
te marcaban nuestras cicatrices y llorabas a lágrima viva con nuestras penas,
que darías la vida sin dudarlo por aliviar nuestro dolor y que morías de
impotencia y rabia por no poder evitarlo.
Porque no existe
tortura física semejante a la angustia y al tormento que sufre una madre al
contemplar impotente el padecimiento de un hijo, ni felicidad ni orgullo comparable al que
siente al compartir su crecimiento y su dicha.
Entonces supe lo que
son las noches sin dormir y los días sin tiempo, sentí cómo se
desvanecía mi vida creando otra, sensaciones tan contradictorias que descolocan
el corazón y la mente, supe que tus hijos son más que tú misma y que invaden tu
alma y tu razón.
Aprendí lo que es ser
madre a tiempo completo, contrato de veinticuatro horas, sin cláusulas ni
condiciones, sin fines de semana, ni vacaciones, ni jubilación, porque por
muchos años que cumplan nunca dejan de necesitarte, porque desde ese mágico e
inolvidable momento en el que, por primera vez, sientes su calor sobre tu pecho
comprendes que tú ya no importas, que vives por tus hijos y que si morir te asusta no es tanto por
ti como por ellos.
Ahora sé que tú eres la
única que nunca va a soltar mi mano, que jamás me vas a dejar caer. Y sé
también que hay que ser madre para poder entenderlo.
Por fin han
desconectado el maldito aparato, desde que los faros de aquel camión viniendo
de frente hacia mi coche me deslumbraron, no oía otra cosa que ese desagradable
pitido, ya no escucho nada, solo veo un pasillo largo por el que avanzo lentamente y
al final de él te veo a ti, mamá, con tu mágica sonrisa y tus manos
extendidas…, esperándome.
¡FELIZ DÍA, MAMÁ!
Un relato durísimo cargado de emotiva sinceridad. Uno comprende en profundidad el valor de una madre en el preciso instante en que se la pierde, y si se tiene alguna vez la fortuna de experimentar en primera persona la maternidad, se comprende en verdadera dimensión y desde esa otra perspectiva lo que significa tener hijos, proyectarnos junto con ellos hacia un futuro incierto que se pretende controlar para que no sufran. Amor de madre: algo muy difícil de describir.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo