miércoles, 3 de mayo de 2017

RELATO ESCRITO AL SOL DE UNA TARDE DE PRIMAVERA MIRANDO AL MAR

NECESITABA VACACIONES

No era esta mi intención, Dios lo sabe, o el diablo, o mi conciencia, si es que tengo. Yo vine aquí buscando unos días de tranquilidad y relax, lejos del estrés, de la rutina, del trabajo.
Mi único objetivo era desconectar del ordenador, del correo electrónico, del teléfono móvil, pero las cosas se complicaron y la situación se me fue de las manos.
Al principio todo parecía normal. Una urbanización tranquila, un «Melrose Place» a la española: piscina, jardines, zona de barbacoa, bungalows individuales…
Podía escuchar el silencio, era como estar en el Hall de la Nada.
Solo Rosa en el 122. Rosa y su marido con su pijama de rayas. A las ocho ya estaban en el jardín: ella, el marido, creo que se llamaba Benito, y el pijama de rayas. Pero no molestaban. Tan solo aquella veleta multicolor girando en la entrada de su casa producía un pequeño cortocircuito en mi cerebro, nada preocupante.
Luego llegaron los alemanes, es cierto, lo reconozco, aquellos dos niños tan rubios comenzaron a estresarme, a desestabilizarme.
Y cuando quise darme cuenta los vecinos del apartamento contiguo bañaban a su perra en el jardín con el agua helada de la manguera, sentí pena por aquel animal.
Y el jardinero con el cortacésped deteniéndose a hablar con cada vecino que veía en la puerta de su casa, y el señor de la empresa de mantenimiento limpiando la piscina y colocando las piedras del camino que se habían levantado con el frío del invierno: pom, pom, pom (taladraba mis neuronas).
Y el perro de Rosa, que decide explorar la urbanización en solitario, y su marido con el pijama de rayas, y la veleta girando, y el ruido de las ruedas de un trolley que acaba de llegar agarrado a unas manos que buscan despistadas el chalet que coincida con el número que aparece en las llaves que les han entregado en recepción. Y gente que habla y no puedo ver ni entender lo que dicen, y el vecino de Rosa barriendo el porche y el del cortacésped que no acaba nunca, y Rosa que saca la basura, y el pijama de rayas, que fue el primero en mancharse de sangre.
Yo solo quería escribir un relato de cine.

Supongo que esto puede servir como declaración de culpabilidad o como anexo a mi necrológica.

Teresa Oteo. Abril 2017.