31 de diciembre de 2011
Hoy que termina el año todo son buenos deseos, ilusiones y esperanzas para el que está a punto de comenzar. Para mí, el día de nochevieja no es especialmente alegre, no puedo evitar pensar que celebramos sin saber lo que el destino nos depara a la vuelta de la esquina, que las risas de esta noche pueden convertirse en lágrimas pasado mañana. Supongo que el miedo a lo desconocido es innato en el ser humano pero ese “no saber” no debe apoderarse de nuestra voluntad porque en el saco de la vida hay premios buenos y malos, como en el 1,2,3, porque la existencia es así, con risas y lágrimas, con penas y alegrías, con días buenos y días malos, porque sin unos no existirían los otros y todos nos hacen crecer, nos enriquecen como personas, nos hacen más fuertes, más sabios y mejores.
La vida es demasiado hermosa para simplemente limitarse a pasar por ella de puntillas, para no dejar huella, para no molestar, limitándonos a subsistir, a levantarnos cada mañana esperando a que llegue la noche para volver a acostarnos, eso no es vivir. Estamos muy equivocados si pensamos que no tenemos nada que aportar o que ya no esperamos nada de la vida , no vamos a ganar el premio Nobel, por lo menos la mayoría de nosotros, ni la Champions, ni descubriremos la cura del cáncer, ni la vacuna contra el SIDA, ni a mí me van a dar el premio Nobel de literatura, pero eso no me desanima para seguir escribiendo, todo lo contrario, cada palabra que escribo me llena de orgullo y como dijo Sabina hay más de cien motivos para no cortarse de un tajo las venas, más de cien pupilas donde vernos vivos, más de cien mentiras que valen la pena, y aunque algunos de sus motivos y de sus mentiras no los compartamos porque no formamos parte de su mundo tenemos el nuestro donde existen muchos más de cien motivos para levantarnos cada mañana, mirarnos al espejo y decir: sí, soy más mayor, ya no soy una cría, tengo más arrugas en el cuello, pero estoy estupenda para mi edad y gracias a los años que tengo y precisamente por ellos tengo unos nietos guapísimos que adoran y necesitan a su abuela, que quieren verla reír cuando juegan con ella, que quieren que los veas crecer, que estés con ellos cuando se les cae un diente para avisar al ratoncito Pérez o al hada de los dientes, según los gustos, cuando metan un gol, saquen sobresaliente o se echen novi@.
Que una sonrisa de un nieto nos da fuerzas para una semana y un beso o un abrazo nos garantiza un año de felicidad.
Pero también tenemos que estar ahí y con más fuerza que nunca cuando lloran, cuando les duele algo, cuando están tristes, cuando algo no sale como esperábamos porque entonces son ellos, somos nosotros, los que necesitamos de tus besos y de tus sonrisas, como hemos necesitado desde el día que nos trajiste al mundo y necesitaremos siempre.
Yo te necesito ahí, aunque sea al otro lado del teléfono dos veces al día y algunos días más y te necesito alegre y con ilusión porque los hijos estamos unidos a las madres no solo por el cordón umbilical, sino también por las cuerdas vocales y hablando nos contagiamos del estado de ánimo del otro, así que tenemos la obligación de ser felices para poder hacer felices a los que queremos.
Y yo, y nosotr@s te queremos mucho, te necesitamos mucho y te vamos a dar toda la energía que necesites para seguir ahí dando “caña” durante mucho, mucho tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja en mis puntos suspensivos tus palabras...