Este relato surgió como
otra “mirada retrospectiva”; una segunda opción que finalmente fue dejada un
poquito de lado porque los hijos son así, cuando llegan, lo demás parece que ya
no tiene importancia… pero ahora, ya fuera de convocatoria os lo dejo por si os
apetece leerlo; veréis que la estructura del micro es la misma, con ese "recuerdo" marcando la cadencia y el ritmo de la historia; cambian eso sí…los
recuerdos.
Premio especial al que sea capaz de identificarme en la foto.
Recuerdo mis medias verdes de canalé y mi falda
escocesa de tablas del uniforme del colegio.
Recuerdo entre unas y otra las rodillas al aire
coloreadas con mercromina de la de antes, porque un día sí y otro también
comprobaban la dureza del patio asfaltado.Recuerdo el desayuno que nos preparaba mi madre a mi hermano y a mí: el cola cao demasiado caliente para mi gusto, el zumo de naranja natural para que no nos constipásemos, los donuts recientes que nos subía mi abuela cada mañana de la panadería de la esquina y el abactrín para la garganta, que era ya un clásico en el menú.
Recuerdo la cartilla de Palau, las cajas con seis barritas de plastilina y los cuentos de colorear que cada viernes por la tarde me compraban mis padres para que me entretuviera el fin de semana.
Recuerdo los paseos por la Casa de Campo los domingos y el inevitable “carrusel deportivo” en la radio del coche.
Recuerdo lo juegos de “chicos” con mi hermano, las barricadas que formábamos volcando los sofás, en las que nos escondíamos cuando nos atacaban mis nancys y mis nenucos y con los que había que acabar con las escopetas de flechas con ventosa.
Recuerdo como se fue desvaneciendo la infancia sin apenas sentirlo y recuerdo que un día me llamaron señora.