YO, DE MAYOR, QUIERO SER DOÑA PITO
PITURRA[1]
Doña
Pito Piturra tiene unos guantes.
Son
como los míos.
Los
que me pongo para pelar cebollas
sin
que me hagan llorar,
para
pasar las hojas de los libros azules
que
leo por las noches a los gatos de las azoteas,
para
espantar las moscas
de
los ojos y de los labios secos del niño «ajo»,
esas
que solo pican a los muertos.
Para
coser los agujeros
que
dejan los cañonazos de la intolerancia.
Doña
Pito Piturra tiene un sombrero.
Es
como el mío.
El
que me pongo
para
olvidar las heridas de la memoria
y
protegerme de los gritos de la luna cuando se enfada.
El
sombrero de pensar en extraterrestres inteligentes
que
nos sepan explicar cómo funciona nuestro planeta.
Doña
Pito Piturra tiene un zapato.
Es
como el mío.
El
que me pongo
para
huir de la realidad,
para
dibujar laberintos en la arena
y
dejarme llevar por un tornado
hasta
el reino de Oz.
Quiero
comer helados de pistacho.
Quiero
leer historias de todos los sabores.
Quiero
andar raro como una sirena
y
aparecer en tu libro con cuerpo de verso.
Quiero
abrazos de jengibre
Y
un «berso» de buenas noches.
No,
no estoy chiflada.
Doña
Pito, Piturra tiene unos guantes.
Ah,
perdón, eso… eso ya lo he dicho antes.
[1] En el
texto aparecen referencias a Doña Pito
Piturra y otros poemas infantiles de Gloria Fuertes.