Una vez más llego tarde y casi con el jueves cerrado pero no quería perderme la convocatoria de Charo de ¿Quieres que te cuente? sobre "túneles".
El "padre" de la idea en la que está inspirado este relato es mi hijo Adrián, al que doy las gracias por su colaboración y por su maravillosa imaginación.
Como cada mañana
encendió las luces de su vehículo para adentrarse en el oscuro túnel que le conducía
a su tediosa rutina diaria, ese pequeño movimiento se había convertido en un
acto reflejo que repetía cada día con los ojos todavía legañosos.
Una procesión interminable
de coches, de conductores de rostros anodinos, inexpresivos, robotizados que
sin saberlo habían perdido su rumbo. Una voz hueca hablaba de la ola de calor
en Madrid y del estado de las carreteras, encender la radio era otro mecanismo
más, como casi todo, necesitaba el ruido de fondo pero prefería escuchar sus
divagaciones mentales.
––Esto no se acaba
nunca _pensó_ hoy el túnel parece no tener fin.
El reloj se ha detenido hace rato, solo los
coches parecen seguir funcionando, sin sentido, sin destino.
Sus pensamientos,
como la voz de la radio se han convertido en un bucle sin final… como ese
maldito túnel del que no se ve la salida.
_ Debo de llevar
horas aquí dentro, quizá días, he perdido la noción del tiempo, no siento
hambre, ni sueño, ni cansancio, ni tan siquiera estoy seguro de seguir vivo
pero algo me impide levantar el pie del acelerador. Sigo avanzando en este
túnel perpetuo.
La detonación de
la bomba de plutonio le sorprendió en la oscuridad del túnel, como a tantos
otros conductores, convirtiéndolo así en su túnel hacia la eternidad.
Más historias si atravesáis el túnel que nos lleva a casa de Charo