ESTE
JUEVES, UN RELATO… ÉRASE UNA VEZ
Esta semana nuestro compi juevero José Vicente nos ha
propuesto viajar al mundo de los cuentos y de la fantasía, así que… allí nos
vamos.
Érase una vez un reino, un
reino en el que todos sus habitantes vivían felices y comían perdices: os estoy
hablando del Reino de la Fantasía.
En él podíamos encontrar a Caperucita haciendo
pilates con el lobo, a Blancanieves concentrada en el libro de Pierre Dukan
porque los enanitos habían empezado la operación bikini, al príncipe encantado
entrenando para un triatlón, a la malvada madrastra de Cenicienta en un curso de
autoayuda online dirigido por Pepito Grillo, a los tres cerditos construyendo
un chalet adosado para Peppa Pig o al ratón Pérez y al hada de los dientes
paseando su amor por el lago de las luciérnagas.
Sin embargo, desde hace un tiempo algo no iba
bien, los protagonistas de nuestro cuento se encontraban cansados, apáticos,
tensos, nerviosos y muy preocupados.
-
Algo muy grave tiene que
estar ocurriendo - dijo Ricitos de oro- La memoria de los niños es lo que nos
mantiene con vida, mientras lean nuestros cuentos y nuestras historias
seguiremos existiendo, pero cuando ya no formemos parte de sus recuerdos nos
desvaneceremos poco a poco, nos convertiremos en una sombra borrosa y
desdibujada hasta que acabemos desapareciendo y esa será nuestro fin y el del reino
de la fantasía.
-
El futuro se nos presenta
más negro que el rey Baltasar por la noche -refunfuñó Gruñón- si no hacemos algo
pronto no serviremos ni para adornar el papel higiénico cuando se jubile el
perrito de Scottex.
-
Tenemos que actuar ya -
habló Pinocho con decisión - a grandes males grandes remedios, yo propongo hacer
una visita a Rumpelstitskin. El solo hecho de escuchar su nombre produjo un
escalofrío en el cuerpo de todos los que en ese momento se encontraban en el
bosque de las hadas.
-
Pero Pinocho, esa es una
decisión muy seria e irrevocable, no podemos tomarla a la ligera -dijo
Blancanieves.
-
Soy consciente de ello - contestó el muñeco de madera-
pero también sé que si no lo hacemos todo se acabará.
-
A ver si lo entiendo -intervino mudito- lo sé, mudito
no habla, pero este cuento es así; ¿estáis diciendo que vayamos a ver a ese
señor de nombre
impronunciable y que le vendamos nuestras almas a cambio de seguir existiendo
en el corazón de los niños y de que sigan creyendo en la magia y en la
fantasía?
-
Lo que decimos es que alguien está ocupando nuestro
lugar en las estanterías y en el corazón de los niñ@s y que eso no podemos
permitirlo.
Está bien, si estamos de acuerdo todos iremos a ver a
Rumpelstitskin -dijo el príncipe Felipe, el marido de la Bella durmiente, no el
de Leticia, que ese es otro- sería conveniente nombrar a un representante, yo
propongo a Pepito Grillo, si os parece bien; todos asintieron en silencio.
Y así fue como la voz de la conciencia de Pinocho se
convirtió en líder de las negociaciones y partió con paso triste hacia la casa
del malvado hombrecillo.
-
Lalaralarajo, voy por el atajo…lalaralarajo voy por el
atajo…, canturreaba sin ganas pero… como es un cuento.
Unos kilómetros por el atajo más tarde golpeaba el
portón de la casa del siniestro personaje.
-
Rumpelstitskin - dijo Pepito Grillo- acudo a ti en
nombre de los habitantes del reino de la fantasía y en el mío propio. Ante la
impotencia y el temor, no ya a nuestra propia muerte, sino a que desaparezca la
ilusión, la magia y la inocencia, hemos tomado la difícil decisión de hacer un
trato contigo: te ofrecemos nuestras almas a cambio de perdurar para la
eternidad en la memoria de los niñ@s.
-
No sé si me interesa lo que me propones, insecto, al
fin y al cabo, ¿qué gano yo con poseer vuestras almas?- contestó
Rumpelstitskin.
-
Tú eres un ser malvado, sin conciencia y estás
disfrutando solo de pensar que puedes convertirte en nuestro amo, no disimules-
le retó Pepito Grillo.
-
Está bien bicho asqueroso, acepto el trato, tendréis
noticias mías muy pronto, hablaré con mi abogado para que redacte el contrato,
ahora puedes irte, criaturilla jejejeje
Rumpelstitskin se
dirigió a sus aposentos murmurando: ¡pobres
bobos! ¡qué ilusos!
Con una diabólica
sonrisa en su rostro volvió a la cama donde le esperaban deslumbrantes y
espeluznísimas las Monster high, se acomodó entre ellas y les susurró:
-
Tranquilas chicas, un trato es un trato y me gustáis
más vosotras que ese grillo loco.
Y tanto sueño les entró que este cuento aquí se acabó.
Felices fueron, perdices comieron y a mí no me dieron porque no quisieron.
Ya que digo, más cuentos y más finales felices…o no en
casa de José Vicente