miércoles, 6 de diciembre de 2017

POEMA



Y es sábado por la noche 
y lloras,
aunque tengas un pijama nuevo,
aunque se acerque la Navidad
o precisamente por eso,
lloras,
porque tu vida es un vestidor lleno de decisiones equivocadas,
de errores de los que no recuerdas haber aprendido nada
(es mentira, de los errores nunca se aprende),
porque hace demasiado frío para escribir,
porque los dedos se congelan,
porque quieres darlo todo
y no te dejan,
y las únicas verdades que siempre son
no te pueden ver llorar.
¿En qué momento se nublaron los sueños?
¿Cuándo dejaste de hacer pie en el desierto?
¿Desde cuándo los pingüinos no consiguen que entres en calor?
Necesitas un punto de apoyo para cambiar el roce de su mirada,
el ángulo de su indiferencia.
Y lloras,
porque te falta espacio y te sobra gente,
porque no te gusta el color de tu pelo,
porque un año más te llegará una carta devuelta de Oriente,
porque los cristales rotos te persiguen
y la mediocridad, que se sabe ganadora, te sonríe.
Me miro al espejo y seco mis lágrimas:
Siempre se me ha dado bien congelar sonrisas.




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